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Comienza la Quema de Brujas: Robert Sarah el cardenal que hace peligrar los derechos de las Mujeres y tacha al colectivo LGBTIQ+ de herejía



No soy católica, pero esto me preocupa como mujer y ciudadana del mundo

Con la muerte del Papa Francisco, se abre una etapa incierta para la Iglesia Católica. Aunque su papado fue limitado por estructuras rígidas, Francisco al menos intentó gestos hacia una mayor apertura: diálogo con la comunidad LGBTQ+, reconocimiento de la dignidad de las personas más allá de su orientación sexual, y tímidos pasos hacia una mayor inclusión de las mujeres. Sin embargo, todo esto podría estar en riesgo si figuras como el cardenal Robert Sarah adquieren mayor protagonismo en el nuevo rumbo del Vaticano.


Sarah representa lo más rancio del integrismo católico contemporáneo. Una figura que, lejos de predicar amor, ha utilizado su poder para reforzar discursos de odio, exclusión y subordinación. Sus posturas son una amenaza directa a los derechos humanos y a cualquier intento de evolución dentro de la Iglesia.


¿Quién es Robert Sarah?

Nacido en Guinea, Sarah ha sido promovido en el Vaticano desde los tiempos de Juan Pablo II y Benedicto XVI. En su país natal, fue visto como un símbolo de poder religioso africano. Pero en el contexto global, ha ganado notoriedad por sus posturas radicales en temas como el papel de la mujer, el islam, la liturgia… y especialmente, los derechos de las personas LGBTQ+.

Sarah no es un crítico moderado del liberalismo contemporáneo. Es un ideólogo que ha usado su poder dentro de la Iglesia para reforzar estructuras de exclusión y estigmatización, especialmente hacia la diversidad sexual.


Las posturas de Robert Sarah contra el colectivo

LGBTIQ+ y los derechos las mujeres


A diferencia de otros prelados conservadores que se expresan en códigos ambiguos, Sarah ha sido directo. Sus declaraciones no dejan lugar a interpretaciones:


1. Comparaciones con regímenes totalitarios

Durante el Sínodo de la Familia en 2016, Sarah declaró:

“La ideología de género, el matrimonio homosexual y los ataques contra la familia tradicional son tan peligrosos como el nazismo y el comunismo.”(Intervención oficial, citada por The Tablet, octubre 2016)

Este tipo de comparación no solo es ofensiva, sino que banaliza tragedias históricas y refuerza una idea de "enemigo moral" en personas simplemente por su orientación sexual.





2. Rechazo total a las uniones civiles

Cuando el Papa Francisco habló favorablemente de reconocer las uniones civiles como un derecho legal para parejas del mismo sexo, Sarah fue uno de los primeros en desautorizarlo públicamente:

“No puede haber ninguna forma de bendición para una unión que contradice la voluntad de Dios.”(Entrevista con La Nuova Bussola Quotidiana, 2020)

3. Homosexualidad como desviación y enfermedad

En su libro “Dios o nada” (2015), Sarah escribió que la homosexualidad es:

“Una rebelión contra Dios.”Y agregó que: “Una familia construida sobre una pareja homosexual es una forma de destrucción de la humanidad.”

En lugar de pastoral, ofrece condena. En lugar de acompañamiento, ofrece juicio.



4. Oposición total a la ordenación femenina

Sarah es un férreo defensor del modelo patriarcal del sacerdocio. Ha dicho en varias ocasiones que permitir que las mujeres accedan al sacerdocio sería “una traición al diseño de Dios”.

📖 En su libro “La fuerza del silencio” (2016), escribió:

“La mujer no puede pretender hacer lo mismo que el hombre. La diferencia entre los sexos es querida por Dios, y tiene un papel en la estructura jerárquica de la Iglesia.”


5. Visión de la mujer centrada únicamente en lo maternal

Sarah suele reducir la identidad femenina a la maternidad y el sacrificio. En sus discursos, ha idealizado la figura de la mujer como “madre silenciosa, sacrificada, y obediente”, negándole un papel activo en la vida pública, política o eclesial.


En un discurso ante una conferencia en Nigeria (2017), afirmó:

“La mujer ha sido creada para acompañar al hombre y dar vida. No para competir con él ni para liderarlo.”

Entrevista en "La Nef", 2019

“Cuando la mujer quiere asumir el papel del hombre, se pierde su verdadera vocación.”

(Un claro rechazo a que las mujeres accedan a espacios tradicionalmente masculinos.)

Este tipo de retórica no solo es anacrónica, sino peligrosa en contextos donde las mujeres ya enfrentan violencia estructural, exclusión laboral y represión cultural.





6. Desprecio por el feminismo

Sarah no solo rechaza el feminismo; lo demoniza abiertamente. En múltiples intervenciones lo ha calificado como una “ideología peligrosa” y una “rebeldía contra el orden natural”.

📌 En 2020, en el prólogo del libro “Por qué María es más importante que el feminismo”, Sarah escribió:

“El feminismo ha hecho más daño que bien. María, con su humildad y sumisión, es el modelo verdadero de la mujer cristiana.”

¿Libertad religiosa o imposición moral?


Defensores del cardenal argumentan que se trata simplemente de libertad religiosa. Pero hay una diferencia crucial entre vivir tu fe y buscar imponerla como norma universal. El discurso de Sarah no se queda en la esfera espiritual: busca modelar políticas públicas, influenciar decisiones judiciales y presionar sobre derechos civiles.


Cuando una figura con su influencia promueve la idea de que los derechos de las mujeres son una amenaza, o que la existencia misma de personas LGTBIQ+ es contraria al orden natural, no estamos ante una opinión cualquiera. Estamos ante una forma sofisticada de violencia simbólica que puede traducirse en violencia estructural.



El verdadero peligro: la legitimación del odio


Lo más inquietante no es sólo lo que dice el cardenal Sarah, sino cómo sus palabras son instrumentalizadas por sectores que promueven abiertamente el odio. Sus discursos son citados por políticos ultraconservadores, por grupos que se oponen a la educación sexual, por movimientos que niegan la identidad de las personas trans o que quieren restringir el acceso al aborto.


El riesgo no es una figura aislada con opiniones retrógradas. El riesgo es que esas opiniones se conviertan en doctrina social, en justificación para discriminar, en razón de Estado.

 
 
 

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