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Masterblog - Brujería del Cerco



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La llamada brujería del cerco es una forma de espiritualidad práctica que ha cobrado notoriedad en los últimos años, especialmente dentro de movimientos contemporáneos vinculados al neopaganismo, el animismo moderno y el resurgimiento de saberes folklóricos. A diferencia de otros sistemas mágicos estructurados —como la Wicca o la magia ceremonial—, la brujería del cerco se caracteriza por su autonomía, su raíz en la experiencia directa y su conexión con los espacios liminales de la conciencia y la naturaleza.


Este artículo propone una revisión general de la brujería del cerco desde una perspectiva teórica y comparativa, subrayando sus elementos distintivos, su genealogía simbólica y su relevancia como forma de conocimiento situado.


El término inglés hedge witch remite a la figura de la bruja que vive más allá del cerco, en los márgenes de la aldea, a menudo en contacto con la naturaleza salvaje y lo invisible. Etimológicamente, la palabra hedge alude al seto o límite natural que separa lo domesticado de lo silvestre. Este cerco funciona simbólicamente como frontera entre el mundo ordinario y el mundo espiritual.


Desde una perspectiva antropológica, la bruja del cerco es una figura liminal —término trabajado por Arnold van Gennep y posteriormente por Victor Turner—, que habita y transita espacios de transición, donde las categorías fijas se disuelven. Esta liminalidad no solo es espacial, sino también ontológica y cognitiva.




TRANCE, VIAJE ESPIRITUAL

Y ESTADOS ALTERADOS DE CONCIENCIA


En la brujería del cerco, el trance es una herramienta fundamental para cruzar el umbral entre el mundo visible y el mundo invisible. A diferencia de otras tradiciones donde el acceso a otros planos requiere fórmulas complejas o intervención externa, en este camino el trance se cultiva mediante la voluntad, la repetición rítmica y la inmersión sensorial, favoreciendo un estado alterado de conciencia sostenido.


Este tipo de trance puede ser leve o profundo, visual o somático, dependiendo de la persona y del método utilizado. Las técnicas varían: respiración consciente, sonidos repetitivos (como el tambor o la sonaja), movimiento corporal cíclico, o incluso estímulos naturales como el murmullo del viento o el crepitar del fuego.


Más allá de lo fenomenológico, lo importante es la apertura simbólica que el trance permite: en este estado, la conciencia lógica se aquieta y se da paso a imágenes, voces, paisajes internos y presencias que guían, enseñan o revelan.




RELACIÓN CON LOS ESPÍRITUS Y EL MUNDO INVISIBLE


La brujería del cerco se basa en una cosmovisión animista, es decir, una percepción del mundo en la que todo —animado o inanimado— posee conciencia, energía o espíritu. Desde esta perspectiva, los árboles, las montañas, los ríos, los animales, los objetos antiguos y los espacios tienen una presencia viva con la que es posible interactuar. Esta forma de entender la realidad no es exclusiva de la brujería contemporánea, sino que está presente en numerosas culturas indígenas y tradicionales alrededor del mundo.


Tipologías de Espíritus en la Brujería del Cerco


Aunque no existe una clasificación rígida, pueden identificarse varios tipos de entidades con las que se suele trabajar:

  • Espíritus del lugar (genius loci): vinculados a un sitio específico, como un bosque, una cueva, una colina o un arroyo. Son guardianes del territorio y pueden brindar protección o conocimientos si se les honra adecuadamente.

  • Espíritus ancestrales: personas fallecidas con las que el/la practicante mantiene un vínculo espiritual. Pueden ser ancestros biológicos, espirituales o del linaje mágico.

  • Espíritus animales o guías: aparecen en forma de animales totémicos, oníricos o reales. Se cree que acompañan al practicante como protectores, mensajeros o reflejos del inconsciente profundo.

  • Espíritus del reino vegetal o mineral: algunas plantas (como la artemisa, el saúco o la mandrágora) son consideradas como poseedoras de una consciencia propia y una “personalidad” con la que se puede establecer relación.

  • Seres liminales o feéricos: entidades del folklore, como hadas, duendes, “gente pequeña” o espíritus del aire y del crepúsculo. Su presencia es frecuente en las narrativas europeas tradicionales, y en la brujería del cerco se los trata con precaución y respeto.


Modalidades de relación: reciprocidad y comunicación


La interacción con estos espíritus no se basa en el dominio o la invocación autoritaria, como podría suceder en otras formas de magia ceremonial, sino en la reciprocidad, el respeto y la escucha. El/la practicante del cerco entiende la relación espiritual como un lazo que se construye con tiempo, ofrendas, cuidado y consentimiento.


Se practican actos de honra sencilla pero simbólicamente profunda, como:

  • dejar alimentos, flores o agua en un lugar sagrado;

  • encender una vela con intención específica;

  • entonar cantos o recitar oraciones espontáneas;

  • mantener un altar natural o discreto en casa.





CONOCIMIENTO HERBAL, FOLKLÓRICO Y DEL ENTORNO


Uno de los pilares fundamentales en la brujería del cerco es el conocimiento profundo, íntimo y simbólico del mundo natural. A diferencia de enfoques estrictamente botánicos o farmacológicos, el saber herbal en este camino es experiencial, relacional y simbiótico. La bruja del cerco no solo estudia las plantas, sino que establece con ellas una relación viva, basada en la observación, el contacto, el cultivo y la escucha.


Este saber no es nuevo. Es un legado de las tradiciones campesinas, indígenas, curanderiles y femeninas que han sido históricamente deslegitimadas por la ciencia hegemónica. Su transmisión ha sido oral, fragmentada y muchas veces oculta, debido a la persecución o al silenciamiento cultural. Hoy, desde la brujería del cerco, se reivindica como una forma válida de epistemología encarnada: un conocimiento que pasa por el cuerpo, la tierra, los ciclos y la intuición.


Dimensiones del saber herbal en el cerco


Podemos identificar al menos tres capas complementarias:

  1. Saber práctico: usos físicos de las plantas (infusiones, ungüentos, baños, vapores). Este conocimiento se entrelaza con prácticas populares de sanación que han sobrevivido en muchas culturas pese al avance de la biomedicina.

  2. Saber simbólico: asociación de ciertas plantas con deidades, planetas, elementos, emociones o estados del alma. Por ejemplo, la artemisa se relaciona con la luna, los sueños y el viaje espiritual; el romero con la memoria y la purificación; el saúco con la protección y el umbral entre mundos.

  3. Saber relacional: la construcción de un vínculo vivo con cada planta. Se cree que cada especie tiene un “espíritu” o presencia con la que puede entablarse una relación directa a través de la meditación, el cultivo, los sueños o el uso ritual.


Conocimiento del entorno y saberes del lugar


Además de las plantas, la bruja del cerco estudia y se sintoniza con:

  • Los ciclos lunares y estacionales, entendidos no solo como fenómenos astronómicos sino como ritmos que afectan el cuerpo y el espíritu;

  • Los patrones meteorológicos y animales, observando presagios o señales en el vuelo de las aves, el comportamiento de los insectos, o la floración de ciertas especies;

  • El folklore local, que ofrece claves para interpretar el paisaje espiritual de un territorio: leyendas, canciones, dichos, supersticiones, cuentos de abuelas y rituales comunitarios.






AUTONOMÍA Y PRÁCTICA INDIVIDUAL


Uno de los principios fundamentales de la brujería del cerco es su naturaleza profundamente autónoma e individualizada. A diferencia de religiones organizadas, escuelas esotéricas jerárquicas o linajes mágicos estructurados, esta forma de práctica no requiere iniciaciones oficiales, títulos, pertenencia a grupos o validación externa. El camino se construye desde la experiencia personal, la observación de los ritmos naturales, el diálogo con el entorno y el cultivo de una escucha interior afinada.


La bruja del cerco no es una “sacerdotisa” institucional, ni una médium a sueldo, ni una seguidora dogmática. Es, más bien, una figura autodidacta, experimental y libre, que reconoce su propia intuición como una brújula válida para la praxis espiritual.


En este contexto, la autonomía no implica aislamiento ni narcisismo espiritual, sino soberanía interior: la capacidad de discernir, de adaptar, de crear rituales propios, de conectar con lo invisible sin intermediarios, de responder a las necesidades del entorno sin fórmulas preestablecidas.


Esta postura se articula con una epistemología sensible, en la que el conocimiento no se impone desde afuera (por una autoridad externa), sino que emerge desde la experiencia, el cuerpo y la tierra. Esto convierte la práctica en un acto creativo, mutable, profundamente situado en el contexto individual de cada bruja o practicante.


Práctica como proceso encarnado


En lugar de seguir rituales estrictos, la bruja del cerco desarrolla su propio lenguaje simbólico, su calendario personal, sus modos únicos de honrar lo sagrado. Esto puede incluir:

  • Crear su propio altar con objetos encontrados o significativos;

  • Diseñar sus propias invocaciones, sin necesidad de replicar fórmulas tradicionales;

  • Leer señales naturales (viento, vuelo de aves, formas en las nubes) como formas válidas de comunicación;

  • Tejer prácticas cotidianas (cocinar, barrer, caminar, escribir) como actos rituales significativos;

  • Reconocer su cuerpo y sus emociones como portales para la magia.


La práctica no es “correcta” o “incorrecta” en función de un manual, sino coherente con la relación íntima que la persona tiene con su mundo interno y con el paisaje espiritual que habita.


La autonomía no significa hacer “lo que se quiera sin consecuencias”. Implica, por el contrario, una ética radical de cuidado, respeto y escucha. La bruja del cerco asume la responsabilidad de su acción, sabiendo que cada gesto ritual, cada palabra, cada contacto con lo invisible tiene resonancia.




ACTUALIDAD Y EXPANSIÓN DIGITAL


En los últimos años, la brujería del cerco ha experimentado una expansión notable a través de las plataformas digitales, especialmente en redes como Instagram, YouTube, TikTok, Telegram, podcasts y blogs personales. Este fenómeno forma parte de un movimiento más amplio de resurgimiento espiritual contemporáneo, que se caracteriza por su descentralización, eclecticismo y estética íntima.


En contraste con tradiciones esotéricas cerradas o sistemas religiosos formalizados, la brujería del cerco ha encontrado en lo digital un espacio fértil para la difusión de saberes, la autoexpresión y la creación de comunidad sin jerarquías rígidas. Este crecimiento responde también al deseo de muchas personas de reconectar con prácticas espirituales no patriarcales, no colonialistas y profundamente situadas.


Lo digital permite:

  • Acceder a contenidos antes marginales o inaccesibles (textos, grimorios, recetarios, folklore, entrevistas).

  • Crear redes de afinidad entre practicantes de distintas regiones.

  • Documentar y compartir prácticas personales sin intermediarios.

  • Hibridar lo espiritual con lo artístico, lo político y lo terapéutico.


Sin embargo, esta expansión también implica riesgos y contradicciones que merecen una lectura crítica:

  1. Mercantilización del símbolo: muchas prácticas se simplifican, estetizan o monetizan rápidamente. La profundidad del trabajo espiritual puede diluirse en la lógica de la inmediatez y el consumo visual.

  2. Apropiación cultural: ciertas corrientes confunden el eclecticismo con el extractivismo espiritual, tomando símbolos, rituales o nombres de pueblos indígenas o afrodescendientes sin contexto ni respeto.

  3. Falsa autoridad: el algoritmo premia la estética y la exposición, no la experiencia o la profundidad. Esto puede generar figuras de “influencers esotéricxs” sin formación real, que replican fórmulas vacías.

  4. Ansiedad espiritual: la sobreexposición a contenidos puede producir una sensación de “estar haciendo poco” o “no ser suficientemente mágica”, llevando a una relación compulsiva con la práctica.


Por ello, es fundamental cultivar un criterio propio y un ritmo personal que no dependa de la validación digital. Recuerda que nada es creencia verdadera, lo único que realmente es real es aquello en lo que desees creer.


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